jueves, 25 de febrero de 2010

El olor y el recuerdo.

La relación entre los aromas que percibimos y nuestras sensaciones emocionales es muy intensa. El olfato es nuestro sistema sensorial más primitivo y el único que se encuentra directamente conectado al sistema limbico, que es el que controla nuestras emociones y la memoria.



El olfalto tiene un gran efecto de refuerzo sobre nuestros recuerdos, superior a la vista o al oido. Los recuerdos olfativos, y todos los elementos asociados a ellos, tienen una permanencia en la memoria más larga que la de las imágenes o los sonidos.

Pasados unos días rsulta difícil reconocer algo visto, y algo similar puede decirse de los sonidos. esto no sucede con el olfato, pues un aroma determinado se mantiene en la memoria durante años. La razón de esto tiene que ver con otro de los grandes atributos del olfalto: su relación con las emociones. Se trata del denominado Efecto Proust , en homenaje al escritor francés que revivió intensamente en una de sus obras cumbres muchos recuerdos de su infancia que creía olvidados para siempre, al percibir el aroma de una magdalena mojada en té, (en una nueva entrada he escrito textualmente el parrafo donde narra estos recuerdos).

Un último factor que es preciso destacar es que el gusto por unas u otras familias de olor tiene que ver con factores culturales y sociales. Aunque parece que existen ciertos aromas, como el de la fresa y el cacao que son valorables positivamente en muy diversas partes del mundo, la mayoría de los olores que consideramos "agradables" corresponden a aquellos con los que hemos vivido. Esta particularidad acrecenta aún más la relación del sentido del olfato con nuestros sentimientos más íntimos.

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